Síntomas histéricos en la neurosis obsesiva

Un abordaje teórico-clínico

Autores/as

  • Cynthia Mariana Gorosito Universidad Nacional de La Plata
  • Gastón Pablo Piazze
  • Nora Carbone

Palabras clave:

neurosis obsesiva, histeria, psicoanálisis

Resumen

El presente trabajo se inscribe en el marco de la Beca de Estímulo a las Vocaciones Científicas (CIN) y a su vez forma parte de la investigación titulada “Variantes fenoménico-estructurales de la neurosis obsesiva: clínica diferencial de la forma enloquecida, infantil y femenina” bajo la dirección del Dr. Gastón Piazze y la Lic. Nora Carbone en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En esta oportunidad elegimos explorar un aspecto retomado por Sigmund Freud en diferentes momentos de su obra, que creemos resulta interesante para nuestra labor: el de las relaciones entre neurosis obsesiva e histeria y, más específicamente, el del estatuto de los síntomas histéricos que suelen aparecer dentro de la estructura obsesiva. Para ello nos valdremos de la revisión comparada de escritos freudianos, en articulación con el examen cualitativo e instrumental de un caso extraído de la práctica de los miembros del equipo investigador.

En el historial titulado A propósito de un caso de neurosis obsesiva, de 1909, Sigmund Freud mancomuna histeria y obsesión desde el punto de vista del mecanismo –ambas dialectos de una misma lengua madre, de la represión–, aunque deja clara la divergencia a nivel de la sintomatología, en la medida en que las separa de acuerdo al ámbito en que se presentan las manifestaciones –el pensamiento o el cuerpo–.  Sin embargo, en otro de sus historiales cuestiona esta divisoria de aguas al admitir la existencia de síntomas corporales en el seno de la neurosis obsesiva. Nos referimos al caso del “hombre de los lobos”, en el que Freud reconoce que ciertas perturbaciones de la función intestinal “representa[n] el pequeño fragmento de histeria que regularmente se encuentra en el fondo de una neurosis obsesiva” (Freud [1914]1979: 70).  No debe olvidarse que ya en 1896 había tocado esta cuestión en su artículo “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa, donde conjeturaba la existencia de una mixtura de síntomas histéricos y obsesivos para justificar la intervención del mecanismo psíquico en la conformación de la trayectoria típica de la obsesión. Así, al hablar acerca de la naturaleza de la neurosis obsesiva, aseveraba haber encontrado en todos los casos “un trasfondo de síntomas histéricos” que reconducía a una escena de pasividad sexual anterior a la acción placentera propia de este cuadro. Recordemos que en aquel entonces él postulaba la existencia de una vivencia de seducción en la temprana infancia, devenida traumática a posteriori con el ingreso del sujeto a la madurez sexual. En el caso de la histeria, situaba una vivencia de pasividad sexual, mientras que en la neurosis obsesiva suponía la existencia de agresiones ejecutadas con placer pero antecedidas por una escena de seducción pasiva. Es claro que la suposición obedecía a una necesidad lógica: no hay defensa sin displacer, y este solo podía justificarse anteponiendo la vivencia pasiva correspondiente a la histeria. Pero, más allá de este elemento que hace a los resortes causales del problema, se abre la pregunta acerca del estatuto clínico de dicho “trasfondo de síntomas histéricos”. Tal vez la “Carta 46 a Fliess” y el “Manuscrito K” nos brinden una pista: ¿se trata de síntomas verdaderamente conversivos, o, como dice en esos textos tempranos, de manifestaciones de descarga en el cuerpo correlativas a la experiencia de terror que avasalla al yo, sin que medie defensa alguna? Si así fuera, el concepto de histeria traumática, heredado de su maestro Jean-Martin Charcot y reformulado según su propio andamiaje teórico, podría ser esclarecedor.

Mucho tiempo después, y bajo la luz de las novedades del llamado giro de los años 20, Freud vuelve sobre el tema en el escrito  Inhibición síntoma y angustia. Ahora es la lucha defensiva contra las exigencias libidinosas del complejo de Edipo, desatada por el operador de la castración, la que le permite decir que la “situación inicial” es idéntica para la  neurosis obsesiva y para la histeria. En ese contexto, ordenado por la relectura que supone la separación entre “situación de peligro” y “situación traumática”,  reitera que “toda neurosis obsesiva parece tener un estrato inferior de síntomas histéricos, formados muy temprano” (Freud [1926] 1992: 108). Cabe preguntarnos, entonces, si tales síntomas histéricos no se acercan, en su envoltura formal, más a las repercusiones corporales de la angustia automática que a los síntomas conversivos en sentido estricto.

Estas referencias teóricas nos han permitido formalizar la viñeta clínica que hace de corolario a nuestro trabajo. En ella se interroga la estructura y función de una serie de síntomas somáticos que preceden a la conformación última de una neurosis obsesiva.

Citas

Freud, S. ([1896] 1994). Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. En Obras Completas, tomo III, pp. 167-184. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1909] 1988), A propósito de un caso de neurosis obsesiva (el “Hombre de lasratas”). En Obras Completas, tomo X, p. 119. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1918 [1914] 1979). De la historia de una neurosis infantil. En Obras Completas,tomo XVII, pp. 1-1124. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. ([1926] 1992). Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas, tomo XX, p. 71-164. Buenos Aires: Amorrortu.

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Publicado

2019-11-25