Dispositivo grupal terapéutico de mujeres

Autores/as

  • Sebastián Godoy Facultad de Psicología UDELAR
  • Dayiana Longo Facultad de Psicología UDELAR

Palabras clave:

mujer, género, empoderamiento

Resumen

El objetivo del presente trabajo es construir una reflexión conceptual sobre la implicancia de las dimensiones de género y sexualidad en una experiencia de un abordaje grupal de mujeres adultas en un servicio de salud pública, correspondiente a un primer nivel de atención.

Es imprescindible mencionar que, de acuerdo a Ramos, Forrisi y Gelpi (2015), existen dos modos de abordar la sexualidad. Uno de ellos, es el esencialismo, desde el cual se comprende a la sexualidad como una dimensión de una naturaleza humana atribuyendo características “naturales” a formas de “ser hombre” y de “ser mujer”, lo cual produce desigualdades en el relacionamiento entre ambos géneros.

En el enfoque construccionista, en cambio, se comprende que las prácticas relacionadas con el cuerpo y la sexualidad se encuentran implicadas de factores históricos y socioculturales. Los discursos que apelan a un modelo esencialista serían construidos culturalmente. Es desde dicho enfoque que me he posicionado como profesional.

El objetivo del espacio grupal de mujeres mencionado, ha sido crear un dispositivo grupal promotor de la salud, con un fuerte contenido en generación de autonomía, autoestima y empoderamiento de las participantes. Se aborda la “democracia genérica” conceptualizada por Lagarde (2012) como la promoción de la participación de las mujeres, cuestionando las prácticas de vida patriarcal que se basan en modos de vida inequitativos.

En cuanto a la modalidad de trabajo, se ha utilizado la palabra como mediación, aunque implementando otras actividades de acuerdo a emergentes significativos.

A lo largo del proceso se han observado altas exigencias y frustraciones de las participantes respecto a su rol materno así como a su rol en la pareja. En tal sentido, se visualizan dos estereotipos de género, trabajados por Migallón y Galvez (2012), asignados a las mujeres. Uno de ellos, es el “vivir para otros”, en el cual la mujer se valora a través de la entrega hacia otras personas, comúnmente hacia su pareja y/o hijos, olvidándose de contactarse con su propio deseo. Asimismo, se observó el “ser en los otros”, una modalidad de vincularse en la cual las mujeres requieren de ser completadas en un otro, en el caso de las participantes se manifestó en sensaciones de “desestabilización” ante rupturas de pareja o inquietudes sobre aspectos del proceso evolutivo de sus hijos. En el proceso grupal se expresó que dichos estereotipos conllevaban a dificultades en las mujeres para expresar sus emociones, atentando contra su autoestima y empoderamiento.

Al trabajar sobre la autoestima de las mujeres fue pertinente problematizar qué entendemos por la misma. En la obra de Sigmund Freud El yo y el ello, Bleichmar (1997) realiza un análisis de los tres elementos que intervienen en el descenso de la misma. “Representación desvalorizada del self”,  “Elevadas ambiciones e ideales” y  “Severidad de la conciencia crítica” (Bleichmar, 1997).

A través de intercambios en el grupo, se ha posibilitado la historización de los modos de constituirse como mujeres, concientizando que debido a acontecimientos ocurridos en su infancia, adolescencia y adultez, así como por factores socio-culturales, las participantes han sido colocadas históricamente en lugares de pasividad, sumisión y desvalorización. En este sentido el grupo funcionó como apuntalador de sus capacidades y potencialidades.

Asimismo, el espacio posibilitó la problematización de las elevadas exigencias respecto a su rol de pareja/madre a través de señalamientos y devoluciones entre las mismas participantes que han transitado por situaciones tanto similares (favoreciendo la conexión empática), así como también diferentes (permitiendo visualizar las problemáticas que manifiestan desde otros puntos de vista distintos a los habituales).

No obstante, como refiere Lagarde (2012) son comunes las vivencias de confusión cuando en una mujer contemporánea, chocan sus aspiraciones emancipatorias con la dependencia y subordinación experimentada en sus ámbitos privados, lo cual se visualizó en el proceso.

Respecto al rol del coordinador, se siguieron los lineamientos de Fernández (1989) quien propone que no debería actuar como oráculo sino puntuar, señalar paradojas, indicar insistencias, es decir, crear condiciones de posibilidad para que distintos sentidos puedan ser enunciados.

Según el discurso de las integrantes, el grupo les posibilitó un espacio de contención y de cuidado mutuo. Migallón y Gálvez (2012) expresan que a algunas mujeres el grupo les permite salir del aislamiento y participar de un espacio promotor de empoderamiento. En tal experiencia, varios movimientos logrados por las mujeres tales como mejoras en su autocuidado y asertividad, han sido apuntalados por la contención grupal. Jasiner (2000) expresa que los “otros” en el grupo apoyan el sostenimiento de una tarea y un desafío a no ser sujetos de un destino.

Citas

Bleichmar, H. (1997). Avances en psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Paidós.

Fernández, A. M. (2002). El campo grupal: notas para una genealogía. Buenos Aires: Nueva Visión.

Jasiner, G. (2000). ¿Para qué los grupos?. Recuperado de http://milnovecientossesentayocho.blogspot.com/2017/09/para-que-los-grupos-graciela-jasiner.html

Lagarde M. (2012). El feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías. Ciudad de México: Inmujeres. Recuperado de: http://www.cotidianomujer.org.uy/sitio/pdf/ElFeminismoenmiVida.pdf

Migallón, P. y Gálvez B. (2012). Los grupos de mujeres. Metodología y contenido para el trabajo grupal de la autoestima. Madrid: Instituto de la Mujer, Ministerio de Sanidad, Servicios sociales e igualdad.

Ramos, V., Forrisi, F. y Gelpi, G. (2015). Nociones básicas sobre sexualidad, género y

diversidad: Un lenguaje común. En MSP et al. (Ed.) Salud y diversidad sexual (pp. 17-42).

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Publicado

2019-11-25